No le suele ocurrir a menudo a nadie, al menos si hablo de
la gente corriente. No sé bien cómo explicarlo… es una sensación demasiado
peculiar para el mundo de las palabras. Pero es real y discutiblemente
preciosa.
Lo que pasa es que, a veces, la cabeza no va acorde con su carcasa. Como cualquier mujer, es caprichosa y en innumerables ocasiones juega sola.
En esas situaciones de las que hablo, el cuerpo se queda
completamente paralizado; como si una mano ejerciera gran presión sobre su pecho
para cortarle la respiración y, mientras tanto, la mente se vuelve absolutamente
loca.
Entonces, es cuando el corazón se angustia e intenta hacer reaccionar, inútilmente, a aquella que tiene el control. Pero los vanos esfuerzos sólo se convierten en un severo castigo que realentiza el tiempo de desarmonía.
Entonces, es cuando el corazón se angustia e intenta hacer reaccionar, inútilmente, a aquella que tiene el control. Pero los vanos esfuerzos sólo se convierten en un severo castigo que realentiza el tiempo de desarmonía.
Lo realmente extraño de todo el asunto, es que en todo
momento esa persona es consciente de lo que está pasando, pero no puede hacer
nada. Nada de nada.
Lo único a lo que debe esperar, irremediablemente inmóvil,
es a que alguien la despierte. Aunque, quizás, con un poco de suerte, el calor
de la sangre de su herida lo haga.
Porque, a pesar de lo que pueda parecer, Cupido
a veces hace daño al disparar la flecha.