Estoy un poco... ¿cómo se dice? ah, sí, cabreada. A mis amigas única y exclusivamente las hago llorar yo. El hecho de que por culpa de un impresentable ellas se tengan que limpiar el rimmel de la cara me repatea el culo. Lo odio y, como suelo cambiar poco de gustos, creo que voy a tener que intervenir en algún asunto. Las mujeres somos muy vengativas y, aunque a veces no lo parezca, nuestro sentido de la amistad y la lealtad vale mucho más que setecientos euros de mierda.
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