lunes, 1 de agosto de 2011

secuestro.

  Este verano no está resultando ser aquel que me habían prometido. Todo el mundo se atrevió a asegurarme que estos serían los mejores tres meses de mi vida y, como la gente osada suele hacer, se equivocaron. Me vendieron carbón como si fuera plata y ahora soy yo la que sale perjudicada. Bueno, yo no, mi ego. 

  Es mi ego el que me lleva a pensar que soy desafortunada. Es mi ego el que me hace sentir infeliz. Y es mi ego el que escribe esta entrada. Porque yo, en realidad, sé que tengo mucha suerte. De hecho tengo muchísima y aún así, dejo que mi mente se apodere de la verdadera Lidia. 

  Lidia sabe que probablemente los demás se lo estén pasando en grande, pero también sabe que no todos. Porque hay millones de personas que no tienen un plato del que comer, un techo bajo el que dormir, una familia que les arrope y unos amigos que les despierten. Sin embargo ella sí que lo tiene todo a su disposición. 
Hay un dicho que afirma lo siguiente: mal de muchos, consuelo de tontos. Pues bien, hasta que mi ego no se dé cuenta de lo tonta y estúpida que soy, no me dejará vivir en paz. O al menos eso creo.

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