viernes, 2 de enero de 2015

"Segundos que parecen de muerte".

No le suele ocurrir a menudo a nadie, al menos si hablo de la gente corriente. No sé bien cómo explicarlo… es una sensación demasiado peculiar para el mundo de las palabras. Pero es real y discutiblemente preciosa.

Lo que pasa es que, a veces, la cabeza no va acorde con su carcasa. Como cualquier mujer, es caprichosa y en innumerables ocasiones juega sola.
En esas situaciones de las que hablo, el cuerpo se queda completamente paralizado; como si una mano ejerciera gran presión sobre su pecho para cortarle la respiración y, mientras tanto, la mente se vuelve absolutamente loca.
Entonces, es cuando el corazón se angustia e intenta hacer reaccionar, inútilmente, a aquella que tiene el control. Pero los vanos esfuerzos sólo se convierten en un severo castigo que realentiza  el tiempo de desarmonía.

Lo realmente extraño de todo el asunto, es que en todo momento esa persona es consciente de lo que está pasando, pero no puede hacer nada. Nada de nada.


Lo único a lo que debe esperar, irremediablemente inmóvil, es a que alguien la despierte. Aunque, quizás, con un poco de suerte, el calor de la sangre de su herida lo haga. 
Porque, a pesar de lo que pueda parecer, Cupido a veces hace daño al disparar la flecha.

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